viernes, 15 de junio de 2018

Ternura y sexualidad


En nuestras reflexiones sobre la antropología de la ternura quisiera hoy detenerme en un aspecto importante de la visión integral del hombre como es la sexualidad. A ello me invita también el profesor Carlo Rocchetta en su tésis doctoral ‚La teologia della tenerezza‘. Hemos dicho que nuestra vocación como personas es una vocación al amor y a la comunión, y esta vocación atañe a la unitotalidad de la persona humana, a su cuerpo y a su espíritu. Mis pensamientos hoy van dedicados a los llamados al matrimonio.

Recuerdo en este contexto un pasaje de Familiaris Consortio del Santo Padre el Papa Juan Pablo II (Noviembre 1981). Ruego a mis lectores le dediquen tiempo a saborear la riqueza teológica de estas palabras:

Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual.“

Justamente en esta confluencia se sitúa la ternura, porque la misma es la expresión sensible de un anhelo, es el vínculo de unión entre el amor espiritual y el cuerpo humano. Es la ternura la que hace humano nuestro encuentro con el otro, la que humaniza nuestros gestos amorosos. Nuestra sexualidad, como invitación y signo de encuentro y como capacidad de amor y comunión, se hace plenamente humana cuando sigue el camino de la ternura, cuando con ella y de su mano superamos la genitalidad y el egoísmo, viviendo el acto conyugal como intercambio recíproco, como compromiso y voluntad de un crecimiento en el amor.

La ternura, puesta de manifiesto en las caricias, se hace parte integrante del gesto sexual conyugal, lo envuelve, se abre camino gracias a él y lo inunda por completo. Así nuestro encuentro sexual no será solo el encuentro de dos cuerpos sino que será la unión de dos personas en una.

Eric Fuchs, profesor de ética en la Facultad de teología protestante de Ginebra, escribe en su libro „Deseo y ternura“ (EDITORIAL  DESCLÉE DE BROUWER,  S.A.,  1995):
„Entre el deseo y la sexualidad se abre un camino de humanización en el que la ternura, que es reconocimiento lleno de asombro de la alteridad del otro, da significado al deseo y en el que el deseo, fuerza de vida y don de gozo, se convierte en una fuente de toda ternura posible“.

Dios ha dado al hombre y a la mujer con la ternura un don y una tarea: la realización de su vocación original al amor y a la comunión. Y en este camino la ternura es un deber, ayuda al esfuerzo por vencer el egoísmo y desarrollar nuestras energías positivas para bien del otro y de uno mismo.
Todo esto requiere un aprendizaje y una educación, que ojalá hayamos tenido, y que ojalá podamos regalar a los nuestros. Me viene a la mente el maravilloso tiempo del noviazgo. No sé cómo lo recordarán mis lectores casados.......

A propósito del noviazgo, una anécdota contada por el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, en una charla sobre el amor conyugal dada a matrimonios en el año 1961:

“Les hago un pequeño comentario a modo de ilustración. Ayer me visitó una joven pareja de novios que pronto se van a casar. Pueden imaginarse cómo se comportaban. ¡Si hubieran visto sus miradas! ¿Que cómo eran? Tal cual la de ustedes cuando estaban en esa misma situación. La mirada de cada uno era como un sol que iluminaba al otro. ¡Con qué afecto se daban la mano y se abrazaban! Después me enteré de que aquel muchacho antes de su noviazgo no sabía nada de gestos de ternura. ¿Se dan cuenta? Este es el amor de eros al que me refería hace un momento. Es la fascinación ante la belleza del otro. Puede ocurrir que me digan que ese otro no es objetivamente hermoso; pero para mí sí lo es. Para mí es la muchacha más bella que pueda haberme jamás imaginado. Y lo mismo le ocurrirá a ella. Esa fascinación tiene una gran fuerza. Frente a la que me atrae, todas las demás son nada. Observen, por favor, que esto no tiene nada que ver con lo sexual. Más aún, es una protección del amor sexual. Para que lo sexual no se convierta en algo animal, tiene que estar siempre rodeado de la atmósfera de eros (de ternura)”. (Lunes por la tarde… Reuniones con familias, Tomo 20)  

2 comentarios:

  1. Doy gracias a Dios por este servicio generoso e iluminado que nos regalas, tan necesario para vivir del amor auténtico en un tiempo donde parece que fuera de las noticias de Google en el smartphone no hay otra cosa.
    ¡ Adelante ! Un fuerte abrazo.

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  2. Muito bonito Paco! Obrigado e Abraços

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