En nuestras reflexiones sobre la antropología
de la ternura quisiera hoy detenerme en un aspecto importante de la visión integral
del hombre como es la sexualidad. A ello me invita también el profesor Carlo
Rocchetta en su tésis doctoral ‚La teologia della tenerezza‘. Hemos dicho que nuestra
vocación como personas es una vocación al amor y a la comunión, y esta vocación
atañe a la unitotalidad de la persona humana, a su cuerpo y a su espíritu. Mis
pensamientos hoy van dedicados a los llamados al matrimonio.
Recuerdo en este contexto un pasaje de
Familiaris Consortio del Santo Padre el Papa Juan Pablo II (Noviembre 1981).
Ruego a mis lectores le dediquen tiempo a saborear la riqueza teológica de
estas palabras:
„Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza:
llamándolo a la existencia por
amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de
comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente
en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y
consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión.
El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. En
cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado
por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad
unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace
partícipe del amor espiritual.“
Justamente en esta confluencia se
sitúa la ternura, porque la misma es la expresión sensible de un anhelo, es el
vínculo de unión entre el amor espiritual y el cuerpo humano. Es la ternura la
que hace humano nuestro encuentro con el otro, la que humaniza nuestros gestos
amorosos. Nuestra sexualidad, como invitación y signo de encuentro y como capacidad
de amor y comunión, se hace plenamente humana cuando sigue el camino de la
ternura, cuando con ella y de su mano superamos la genitalidad y el egoísmo, viviendo
el acto conyugal como intercambio recíproco, como compromiso y voluntad de un crecimiento
en el amor.
La ternura, puesta de manifiesto en
las caricias, se hace parte integrante del gesto sexual conyugal, lo envuelve,
se abre camino gracias a él y lo inunda por completo. Así nuestro encuentro
sexual no será solo el encuentro de dos cuerpos sino que será la unión de dos
personas en una.
Eric Fuchs, profesor de ética en la
Facultad de teología protestante de Ginebra, escribe en su libro „Deseo y
ternura“
(EDITORIAL DESCLÉE
DE BROUWER, S.A., 1995):
„Entre el deseo y la sexualidad se abre un
camino de humanización en el que la ternura, que es reconocimiento lleno de
asombro de la alteridad del otro, da significado al deseo y en el que el deseo,
fuerza de vida y don de gozo, se convierte en una fuente de toda ternura
posible“.
Dios ha dado al hombre y a la
mujer con la ternura un don y una tarea: la realización de su vocación original
al amor y a la comunión. Y en este camino la ternura es un deber, ayuda al
esfuerzo por vencer el egoísmo y desarrollar nuestras energías positivas para
bien del otro y de uno mismo.
Todo esto requiere un
aprendizaje y una educación, que ojalá hayamos tenido, y que ojalá podamos
regalar a los nuestros. Me viene a la mente el maravilloso tiempo del noviazgo.
No sé cómo lo recordarán mis lectores casados.......
A propósito del noviazgo, una
anécdota contada por el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de
Schoenstatt, en una charla sobre el amor conyugal dada a matrimonios en el año
1961:
“Les hago un
pequeño comentario a modo de ilustración. Ayer me visitó una joven pareja de
novios que pronto se van a casar. Pueden imaginarse cómo se comportaban. ¡Si
hubieran visto sus miradas! ¿Que cómo eran? Tal cual la de ustedes cuando
estaban en esa misma situación. La mirada de cada uno era como un sol que
iluminaba al otro. ¡Con qué afecto se daban la mano y se abrazaban! Después me
enteré de que aquel muchacho antes de su noviazgo no sabía nada de gestos de
ternura. ¿Se dan cuenta? Este es el amor de eros al que me refería hace un
momento. Es la fascinación ante la belleza del otro. Puede ocurrir que me digan
que ese otro no es objetivamente hermoso; pero para mí sí lo es. Para mí es la
muchacha más bella que pueda haberme jamás imaginado. Y lo mismo le ocurrirá a
ella. Esa fascinación tiene una gran fuerza. Frente a la que me atrae, todas
las demás son nada. Observen, por favor, que esto no tiene nada que ver con lo
sexual. Más aún, es una protección del amor sexual. Para que lo sexual no se
convierta en algo animal, tiene que estar siempre rodeado de la atmósfera de
eros (de ternura)”. (Lunes por la tarde… Reuniones con familias, Tomo 20)
Doy gracias a Dios por este servicio generoso e iluminado que nos regalas, tan necesario para vivir del amor auténtico en un tiempo donde parece que fuera de las noticias de Google en el smartphone no hay otra cosa.
ResponderEliminar¡ Adelante ! Un fuerte abrazo.
Muito bonito Paco! Obrigado e Abraços
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