Es posible
que alguno de mis lectores después de leer la reflexión del viernes pasado
(Ternura y sexualidad) se haya preguntado sobre la validez de lo afirmado en
las personas célibes. Tuve la precaución de avisar de que mis pensamientos estaban
dedicados principalmente a las personas casadas. Hoy quiero referirme con todo
respeto y precaución al tema de la ternura en las personas que como los
sacerdotes y las mujeres de vida virginal han decidido vivir según el consejo
evangélico de la castidad, o sea una vida célibe por amor al Reino de los
cielos.
No soy célibe, pero sí puedo referirme a mis experiencias con muchas de estas personas:
tanto en mi familia como fuera de ella he tenido la gran suerte
de relacionarme con muchos sacerdotes y personas de vida consagrada que han
sido para mí un ejemplo de vida, también un ejemplo de vida plena de amor por
los demás, por las personas que Dios les había encomendado. Uno de los agraciados
soy yo mismo (valga citar a mis párrocos y confesores, así como a los padres
asistentes espirituales de mi comunidad en Schoenstatt).
Ya en mis
educadores, los padres escolapios, pude experimentar lo que caracteriza
esencialmente a la ternura, es decir el amor y el deseo de comunión, de preocupación,
de entrega al otro. Estoy convencido que ellos fueron también para mí los
portavoces de la ternura de Dios con los hombres.
Es evidente
que la vivencia de la sexualidad en las personas célibes tiene sus propias
reglas. De ello soy también testigo y me permito dar un testimonio personal de
lo visto. Los sacerdotes y mujeres consagradas que he conocido han vivido su
celibato de forma ejemplar. Recuerdo haber oído de alguno de ellos (fue un
escolapio) algo sobre la 'regula tactus’; esta expresión la encontré después en
las charlas del Padre Kentenich. La tal norma se refería al contacto físico, es
decir: yo como célibe limito mi contacto físico con otras personas a las
convenciones de la cultura (como, por ejemplo, dar la mano al saludar) y lo que
me exija mi estado de vida (en el caso de los sacerdotes, administrar los
sacramentos).
El Padre
Kentenich, padre y maestro espiritual de muchos sacerdotes y mujeres
consagradas, decía en una de sus pláticas sobre este tema:
“¿Cuáles son las razones de la
virginidad en general? ¿Cuáles las razones para el celibato sacerdotal en
especial? Distinguimos tres: una motivación ascética, una mística y una
sociológica.
La motivación ascética: Hoy se abusa,
a menudo terriblemente, de la pulsión sexual. Por eso conviene que haya
personas y clases de personas que se digan: Ciñéndonos a la ley de los casos
preclaros, queremos llevar una vida de pureza per eminentiam, a fin de señalar,
con nuestro ejemplo, que es posible dominar esa pulsión y mantenerla en su
recto cauce.
La motivación mística resuena en un
pensamiento de san Agustín: La virginidad es un matrimonium spirituale ….. La
pulsión sexual se canaliza en un instinto que tiende hacia el cuerpo, otro que
tiende hacia el alma y finalmente uno que tiende hacia la plasmación y el
desarrollo creativos. En este contexto la pregunta que se plantea es la
siguiente: En mi calidad de célibe (y lo mismo vale por excelencia para toda
persona virginal), ¿qué hacer para enfrentar positivamente las tres formas del
instinto sexual?¡Matrimonium spirituale!
Pensemos en primer lugar en el
instinto que tiende hacia el cuerpo. En realidad, deberíamos comenzar con la
pregunta sobre el instinto que tiende hacia el alma, porque el instinto que
busca la unión de alma con alma debería ser lo primero, de eso se trata en lo
esencial. ….. Está claro que en el caso del célibe el instinto que tiende hacia
el cuerpo está sujeto obligatoriamente al límite correspondiente. Para él es
imposible la unión física que se le permite a la persona casada como expresión
de la más elevada unión espiritual. Pero no nos conformamos con esta
intocabilidad física obligatoria. Existe un grado superior. Antaño lo
llamábamos regula tactus. Es una pureza e intocabilidad propia de nuestro
estado, noble y generosa. (……)
¿Cuál es la razón última y más
importante del celibato sacerdotal? La motivación sociológica. Esta nos dice que el
sacerdote se entrega a sus hijos espirituales en Cristo y a través de Cristo.
Es la voluntad de servir. Queremos servir a las almas, a la iglesia, hasta
entregar la propia vida, hasta derramar la propia sangre”. (José Kentenich, De
la Jornada de Navidad, Schoenstatt, diciembre de 1967).
¿No es esta
entrega la expresión máxima de la ternura? El Padre Kentenich afirmaba en las
conferencias mencionadas que la pulsión amorosa del célibe debe llevarle a
vivir todas las formas del amor (paternal, maternal, filial, fraternal y de
amistad) ciñéndose a la ley de la trasferencia y traspaso orgánicos, o sea, a transferir
a los que le han sido confiados el amor que recibe de Dios y transferir a Dios
el amor que éstos le dispensan.
Agradezco
haber experimentado estos gestos de ternura en las personas célibes que he
conocido.
Nota.- La
semana que viene escribiré algo sobre las palabras de Jesús a María Magdalena “Noli
me tangere” (Jn 20,17) y contaré una anécdota al respecto, una vivencia que
tuvimos los miembros de nuestro curso con un sacerdote muy querido por
nosotros.
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