viernes, 22 de junio de 2018

¡Noli me tangere! El célibe y la ternura


Es posible que alguno de mis lectores después de leer la reflexión del viernes pasado (Ternura y sexualidad) se haya preguntado sobre la validez de lo afirmado en las personas célibes. Tuve la precaución de avisar de que mis pensamientos estaban dedicados principalmente a las personas casadas. Hoy quiero referirme con todo respeto y precaución al tema de la ternura en las personas que como los sacerdotes y las mujeres de vida virginal han decidido vivir según el consejo evangélico de la castidad, o sea una vida célibe por amor al Reino de los cielos.

No soy célibe, pero sí puedo referirme a mis experiencias con muchas de estas personas: tanto en mi familia como fuera de ella he tenido la gran suerte de relacionarme con muchos sacerdotes y personas de vida consagrada que han sido para mí un ejemplo de vida, también un ejemplo de vida plena de amor por los demás, por las personas que Dios les había encomendado. Uno de los agraciados soy yo mismo (valga citar a mis párrocos y confesores, así como a los padres asistentes espirituales de mi comunidad en Schoenstatt).

Ya en mis educadores, los padres escolapios, pude experimentar lo que caracteriza esencialmente a la ternura, es decir el amor y el deseo de comunión, de preocupación, de entrega al otro. Estoy convencido que ellos fueron también para mí los portavoces de la ternura de Dios con los hombres.

Es evidente que la vivencia de la sexualidad en las personas célibes tiene sus propias reglas. De ello soy también testigo y me permito dar un testimonio personal de lo visto. Los sacerdotes y mujeres consagradas que he conocido han vivido su celibato de forma ejemplar. Recuerdo haber oído de alguno de ellos (fue un escolapio) algo sobre la 'regula  tactus’; esta expresión la encontré después en las charlas del Padre Kentenich. La tal norma se refería al contacto físico, es decir: yo como célibe limito mi contacto físico con otras personas a las convenciones de la cultura (como, por ejemplo, dar la mano al saludar) y lo que me exija mi estado de vida (en el caso de los sacerdotes, administrar los sacramentos).

El Padre Kentenich, padre y maestro espiritual de muchos sacerdotes y mujeres consagradas, decía en una de sus pláticas sobre este tema:

“¿Cuáles son las razones de la virginidad en general? ¿Cuáles las razones para el celibato sacerdotal en especial? Distinguimos tres: una motivación ascética, una mística y una sociológica.
La motivación ascética: Hoy se abusa, a menudo terriblemente, de la pulsión sexual. Por eso conviene que haya personas y clases de personas que se digan: Ciñéndonos a la ley de los casos preclaros, queremos llevar una vida de pureza per eminentiam, a fin de señalar, con nuestro ejemplo, que es posible dominar esa pulsión y mantenerla en su recto cauce.
La motivación mística resuena en un pensamiento de san Agustín: La virginidad es un matrimonium spirituale ….. La pulsión sexual se canaliza en un instinto que tiende hacia el cuerpo, otro que tiende hacia el alma y finalmente uno que tiende hacia la plasmación y el desarrollo creativos. En este contexto la pregunta que se plantea es la siguiente: En mi calidad de célibe (y lo mismo vale por excelencia para toda persona virginal), ¿qué hacer para enfrentar positivamente las tres formas del instinto sexual?¡Matrimonium spirituale!
Pensemos en primer lugar en el instinto que tiende hacia el cuerpo. En realidad, deberíamos comenzar con la pregunta sobre el instinto que tiende hacia el alma, porque el instinto que busca la unión de alma con alma debería ser lo primero, de eso se trata en lo esencial. ….. Está claro que en el caso del célibe el instinto que tiende hacia el cuerpo está sujeto obligatoriamente al límite correspondiente. Para él es imposible la unión física que se le permite a la persona casada como expresión de la más elevada unión espiritual. Pero no nos conformamos con esta intocabilidad física obligatoria. Existe un grado superior. Antaño lo llamábamos regula tactus. Es una pureza e intocabilidad propia de nuestro estado, noble y generosa. (……)

¿Cuál es la razón última y más importante del celibato sacerdotal? La motivación sociológica. Esta nos dice que el sacerdote se entrega a sus hijos espirituales en Cristo y a través de Cristo. Es la voluntad de servir. Queremos servir a las almas, a la iglesia, hasta entregar la propia vida, hasta derramar la propia sangre”. (José Kentenich, De la Jornada de Navidad, Schoenstatt, diciembre de 1967).

¿No es esta entrega la expresión máxima de la ternura? El Padre Kentenich afirmaba en las conferencias mencionadas que la pulsión amorosa del célibe debe llevarle a vivir todas las formas del amor (paternal, maternal, filial, fraternal y de amistad) ciñéndose a la ley de la trasferencia y traspaso orgánicos, o sea, a transferir a los que le han sido confiados el amor que recibe de Dios y transferir a Dios el amor que éstos le dispensan.

Agradezco haber experimentado estos gestos de ternura en las personas célibes que he conocido.

Nota.- La semana que viene escribiré algo sobre las palabras de Jesús a María Magdalena “Noli me tangere” (Jn 20,17) y contaré una anécdota al respecto, una vivencia que tuvimos los miembros de nuestro curso con un sacerdote muy querido por nosotros.

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