viernes, 24 de agosto de 2018

Tras las huellas de la ternura en el Antiguo Testamento


Esta mañana – era todavía el amanecer – abrí el Antiguo Testamento y me encontré con Isaías en su capítulo 62, versículos 4 y 5: "No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Complacencia», y a tu tierra, «Desposada». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada." ... "Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios." Después de leerlo dos veces me atreví a pensar que no eran palabras al aire, o dichas hace siglos por un autor inspirado; eran palabras dirigidas a mí, aquí y ahora, en este hoy de mi vida ...... ¿Te lo imaginas conmigo?

Pareciera que Dios nos busca y nos desea - ¡pobre de mí! –, parece que nos dirige su palabra enamorada, para que nos demos cuenta de su amor, amor que se hará realidad en Jesús, el Hijo, en su presencia misteriosa y real aquí y ahora. Es un camino, el de Dios hacia nosotros, que se viste de gratuidad, de sobreabundancia, de ternura. Y lo más grande es que ese Dios encuentra su placer en nosotros, en mí, en tí (¡....y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios!).

Al reflexionar sobre el lenguaje del Antiguo Testamento me doy cuenta de que no es fácil encontrar la medida adecuada para entender lo que leemos o escuchamos, para entender toda la historia de ese Israel, que por una parte habla de alianza y de bodas, y por otra vive en la angustia de la espera, anhelando que la majestad de Dios le de la respuesta adecuada a las tragedias de su propia vida. Pareciera que el Antiguo Testamento vive de la promesa, vive mirando hacia adelante. Así Isaías hace decir al Señor: „Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión (rahamîm) te recogeré“. (Is 54,7)

El autor del libro del Deuteronomio lo expresa también así: „YHWH tu Dios es un Dios misericordioso: no te abandonará ni te aniquilará, ya no se olvidará de la alianza que con juramento concluyó con tus padres“ (Dt 4,31). Y el salmista ayuda en su reflexión cuando plantea que la ternura del Señor puede compararse con la de un padre con sus hijos: „Como un padre se encariña con sus hijos, así de tierno es YHWH con sus adeptos“ (Sal 103,13). Una ternura que, a pesar de la infidelidad del pueblo hace decir al Señor: „Yo sanaré su infidelidad, los amaré graciosamente“ (Os 14,5)

En este amanecer de un nuevo día, en el que medito sobre la ternura del Padre en el Antiguo Testamento, me doy cuenta que yo también, como el salmista, me hallo mirando hacia adelante, esperando la aurora. A veces me parezco a Juan el Bautista, el que anunciaba aún al Dios justiciero y que en su encuentro con Jesús le pregunta  a éste: „¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?“

Quiero pensar que los textos del AT son un símbolo del corazón humano insatisfecho y abierto. A veces, hay momentos en nuestra vida en los cuales parece que hallamos el reposo, y en otros nos sentimos perdidos e indefensos, con un único anhelo, el que escribiera Unamuno como epitafio para su propia tumba: „Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar.“

Y el autor bíblico, queriendo representar la fuerza única de la ternura divina pone en labios del Señor un recuerdo que es a la vez una profecía: „Con amor eterno te he amado, por eso he reservado gracia para ti“ (Jr 31,3).

En este momento el sol lucía plenamente en la mañana de mi meditación. Y con esa promesa en el corazón me sentí tranquilo y feliz.


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