En uno de los comentarios recibido por WhatsApp
a mi reflexión del viernes pasado escribía una de mis lectoras, también
presente en la citada sala capitular, lo siguiente: „Que
Dios los bendiga por ser tan reflejo del amor misericordioso y lleno de ternura
de Dios Padre“. Se refería evidentemente a los padres del protagonista de
mi pequeña historia. Esta anotación me sugiere una meditación sobre la relación
existente entre ternura y misericordia.
Recordarán mis lectores de la primera hora que
este Blog se inició a partir de unas palabras que el Papa Francisco dirigió a
los dirigentes de Caritas Internationalis reunidos en Roma el 17 de noviembre
de 2016 y que tuve la ocasión de leer meses después: „En un mundo dominado por
la ‚cultura del descarte‘ se
necesita una especie de ‚rebelión‘. La gran enfermedad de hoy es la ‚cardioesclerosis‘, por eso se necesita
‚una revolución de la ternura‘.
Porque la ternura es „cercanía, es el
gran gesto del Padre hacia nosotros: Dios se hizo cercano, se hizo como
nosotros, es esta la condescendencia del Padre“, dijo el Papa a los
presentes.
La semana pasada intenté reflejar con mis
palabras lo vivido hace unos días en la sala capitular de nuestro Instituto: en
medio de una asamblea reunida para legislar y votar, la presencia inusual y
excepcional de un hijo con sus limitaciones, hizo brillar la cercanía y
condescendencia de unos padres, su misericordia, con el hijo de sus entrañas.
En ellos pudimos los allí presentes experimentar el reflejo de la misericordia
divina, y por ello y sin „construirlo“, el hecho capitular se convirtió en un
acontecimiento familiar íntimo e inolvidable.
Durante el encuentro del Papa Francisco con los
responsables de Caritas que antes cité, el Papa insistió: “Ternura es cercanía, y cercanía es tocar, abrazar, consolar, no tener
miedo a la carne porque Dios tomó la carne humana, y la carne de Cristo son hoy
los descartados, los desplazados, las víctimas de las guerras”. Y yo añado:
los limitados por una anomalía en el crecimiento (TEA).
Y por eso, a nadie extrañaron los besos del
hijo y de la madre ni los abrazos del padre al hijo y a la madre. La misericordia
necesita siempre de la ternura para que no se quede en algo abstracto. En la
Bula que escribió el Papa Francisco en abril del año 2015 para convocar el
jubileo extraordinario de la misericordia decía lo siguiente: „La misericordia
de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él
revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo
más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata
realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un
sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y
de perdón.” (MV 6)
En el capítulo dedicado al
“Lenguaje bíblico de la ternura” de su libro “Teología de la ternura” escribe el Dr. Carlo Rocchetta lo
siguiente: “La palabra bíblica del vocabulario veterotestamentario que hemos de
tomar sobre todo en consideración es rahûm,
probablemente la más afín al término latino de „ternura“. Se deriva de la raiz
hebrea rhm y remite a un sentimiento
localizado en la parte más profunda de la persona y de su cuerpo, las interioridades, sus vísceras (rahamîm, plural
de intensidad), el vientre materno
(rehem), y corresponde por tanto a una vivencia
de fuerte participación afectiva, que no se limita a observar desde lejos
el objeto al que se dirige, sino que lo experimenta en primera persona, con cariño, como en el caso de una madre que
se conmueve por el hijo que ha dado a luz (1Re 3,26). Por consiguiente el verbo
râham significa sentir piedad y
benevolencia por una persona que se encuentra necesitada: una emoción interior
que se traduce en gestos concretos de bondad y de solicitud. Los gestos surgen
como expresión visible de un amor intenso
y de una viva com-pasión que roza en
sus raíces la profundidad del que lo realiza, afectándolo en todo su ser.“ „¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho,
sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ésas llegasen a
olovidar, yo no te olvido“ (Is 49,15)
Estos pensamientos sobre el
lenguaje del Antiguo Testamento y el texto citado nos muestran también que el
amor de Dios, su misericordia, es como el de la madre que está profundamente
vinculada a través de su cuerpo a la vida de su criatura, de forma afectiva,
porque ese amor brota de los entresijos del propio ser.
Como escribía el lector mencionado
al inicio de esta reflexión en su mensaje, ese amor misericordioso de Dios lo
vimos reflejado en sus criaturas, en la madre y en el padre de mi pequeña
historia capitular. Gracias por esta escuela de ternura, a la que asistimos días
atrás. ¡Ojalá que este aprendizaje nos saque de nuestra „cardioesclerosis“! ¡Abrazos!
Querido Paco: son muy buenos tus comentarios, meditaciones y quisiera agregarte algo que lei del Papa Francisco que estoy aplicando, aparte de las relaciones afectivas y misericordiosas que tengo con mis 9 hijos y 8 nietos, yo los BENDIGO en su frente desde muchos años, pero ahora lo hago con sobrinos y otras personas que siendo ateos o poco creyentes, lo reciben con tremendo respeto y seriedad, una sobrina de mi mujer la ultima vez que la vi, ella me recordo "tio y la bendicion ¡¡¡" porque tengo que viajar a otra ciudad..Me impresiono tremendamente lo tome como un pequeño acercamiento al mundo divino
ResponderEliminarMe gustaria leer algun comentario al respecto...
Un saludo...y gracias