viernes, 10 de agosto de 2018

Ternura y mandalas en la sala capitular


Estuvieron a menudo ante mis ojos, continuamente en mi corazón. Durante los días de mi estancia en Alemania para asistir al Capítulo General de nuestro Instituto de Familias de Schoenstatt *, ellos, un matrimonio y su hijo adolescente, se sentaban a la mesa de trabajo en la primera fila de la sala capitular – delante de la mía -, y ocupaban los asientos delanteros en la capilla de la casa durante las celebraciones litúrgicas. No se separaban, unas veces el hijo entre la madre y el padre, otras veces sentado al lado de uno de ellos.

Dicen que el autismo es un fallo en el desarrollo de la persona que acarrea a veces algunas “afecciones caracterizadas por algún grado de alteración del comportamiento social, la comunicación y el lenguaje, y por un repertorio de intereses y actividades restringido, estereotipado y repetitivo”.

Mientras que los demás niños, hijos de otros matrimonios presentes en la sala, disfrutaban de un programa especial adecuado a su edad, a nuestro protagonista se le permitió sentarse junto a sus padres durante las sesiones de trabajo capitulares. No interrumpía, vivía su mundo, seguro y tranquilo, bajo la mirada y el abrazo de sus padres, dedicado a la pintura de mandalas que regalaba a continuación a los que le rodeaban. Todos los presentes recibieron su mandala. ¡Yo tengo dos! Algunas veces repetía algún monosílabo o palabra que sus padres le habían dicho con anterioridad. Cuando quería y así lo decidía, salía de la sala capitular sin pedir permiso a la presidencia. No se notaba, no interrumpía, era como un soplo del Espíritu que va y viene a su aire y voluntad. Su madre le seguía con una cálida mirada y una sonrisa amorosa.

Por obra y gracia de estas tres personas, el capítulo, amén de ser la asamblea legislativa de nuestra comunidad, se convirtió en una escuela de ternura sin precedentes: las caricias y besos de la madre, los abrazos del hijo, su ecolalia, la mano cariñosa y conductora del padre, las miradas entre ellos y a los demás, los lápices de colores, las hojas de apuntes y dibujos, los rostros forjados en el dolor, la paciencia y la esperanza de los años que pasaron, la seguridad y cobijamiento del amor, la alegría de saberse amado, todo ello llegó e inundó la sala capitular, regalándonos una experiencia de ternura sin igual. Gracias, hermanos de mi alma, porque vuestro ejemplo no se borrará nunca de nuestros corazones.

Una mañana, a la salida de una de nuestras eucaristías, el sacerdote celebrante, el Padre espiritual de la comunidad, abrazó a toda la familia, incluyendo al segundo hijo que andaba por allí con el grupo de juventud. En aquel momento me imaginé a Cristo abrazando y dejándose abrazar, y diciendo a todos los allí presentes: “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como estos es el Reino de Dios.”

Marcos en su Evangelio (10, 13-16) continúa diciendo: “Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él. Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.” Y mira por donde, la escuela de ternura se hizo patente aún más cuando nuestro protagonista, después de que sus padres recibieran más tarde la bendición por parte del sacerdote, al tocarle su turno, fuera él el que impusiera las manos sobre el celebrante.


Entonces me di cuenta, que era Cristo mismo el que se hacía presente en su gesto de amor infantil y en su atípica afección. No lo olvidaré jamás.


* Nota: El Instituto de Familias de Schoenstatt es una comunidad religiosa de matrimonios católicos, extendida en diversos países de Europa y América, que siendo fieles al Magisterio de la Iglesia viven, vinculados jurídicamente a la comunidad, un estilo de vida en el espíritu de los consejos evangélicos, imitando a la Sagrada Familia de Nazaret conforme a la época actual, queriendo colaborar así en la construcción de un nuevo orden social a través de la renovación cristiana del matrimonio y la familia. Su fundador fue el Padre José Kentenich.


3 comentarios:

  1. Qué lindo haber compartido esa experiencia... Gracias Paco por saber escribir esos sentimientos tan profundos que nos marcaron a todos...y a los Pardo por mostrarnos sin palabras tanta ternura... Dos es bueno y bueno es todo lo que Él hace...

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  2. Querido Paco me llega este escrito gracias a Teresa Mazón y Dios me penetra el corazón justo en el momento que más necesitaba. Gracias a esos padres, gracias a tí Paco por escribirlo y gracias a Tere. Gracias a Dios que me habla gracias a vosotros dóciles instrumentos.
    Lo que más me gusta: la foto en la que él impone las manos al sacerdote. Es el guiño de Jesús que siempre sorprende y se alegra por el gozo que, sabe, va a suscitar en el otro. Seguro que todos sonrieron emocionados😉

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  3. Gracias Paco, nos sentimos perfectamente identificados con esta tierna historia y te agradezco realmente porque me ayuda a no fijarme sólo en mis momentos de impaciencia con mi hijo o en mis celos por mi mujer cuando ofrece esa ternura sin límites a nuestro hijo Simón.
    en verdad siento como una bendición este regalo de Dios que me hace crecer en la paciencia, en el amor y en definitiva en la Ternura.
    Gracias Paco

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