En la búsqueda de las huellas de la ternura
divina en los libros del Antiguo Testamento nos encontramos con ‚El Cantar de
los Cantares‘, un texto en el que Dios habla el lenguaje de los enamorados. La
exegesis lo interpreta originariamente como un canto nupcial.
Son versos en los que se exalta el amor
conyugal como punto final de un camino iniciado en la búsqueda del otro, en el amor
erótico, y que culmina en el descubrimiento del tú, porque amar es ocuparse y preocuparse
del otro, ansiar el bien y la felicidad de la persona amada. En los diálogos
entre el amado y la amada el deseo, como movimiento afectivo, adquiere diferentes
formas, pareciendo algo inalcanzable y que apunta a la trascendencia. Saca a
los amantes del círculo vicioso del yo y los introduce en el éxtasis de la
donación de uno mismo para encontrarse con el otro, llegando así a la felicidad
plena.
En un cuaderno de formación para religiosos de
Frontera-Hegian titulado „Hacia la ternura“ sus autoras, Mariola López y
Patricia Hevia, religiosas del Sagrado Corazón de Jesús, escriben lo siguiente: „Algunos autores nos recuerdan la
necesidad de recuperar el eros en nuestra vida, comprendido como dinamismo e
impulso, como fuerza que nos despliega en gratuidad y don de nosotros mismos.
Al eros que es salida y encuentro, se contrapone el erotismo como
autocentramiento donde no hay rostro ni alteridad, y donde el ego ocupa todo el
espacio y se convierte en referencia absoluta. Sin embargo, el eros tiene el
poder de crear escenarios para el encuentro y para la alteridad donde el otro
es importante por sí mismo y no meramente un objeto“.
Los que hemos visitado la escuela pedagógica
del fundador de Schoenstatt, el Padre José Kentenich, recordamos sus enseñanzas
sobre la importancia del amor erótico para la vida matrimonial. En una de sus
charlas a los matrimonios, en marzo del año 1961, decía lo siguiente: „¿Qué se entiende por amor erótico? Es la
complacencia en la apariencia total de la pareja. ¿Comprenden esto?
........¿Comprenden, entonces, que el amor erótico es protección del amor
sexual?“ El amor erótico es la fascinación ante la belleza del otro, busca
expresarse sensiblemente, quiere cautivar y agradar al cónyuge es atento y
delicado. Sabe enamorar. A modo de ilustración el Padre Kentenich hizo también
este comentario: „Ayer me visitó una joven pareja de novios
que pronto se van a casar. Pueden imaginarse cómo se comportaban. ¡Si hubieran
visto sus miradas! ¿Qué cómo eran? Tal cual la de ustedes cuando estaban en su
misma situación. La mirada de cada uno era como un sol que iluminaba al otro.
¡Con qué afecto se daban la mano y se abrazaban! Después me enteré de que aquel
muchacho antes de su noviazgo no sabía nada de gestos de ternura. ¿Se dan
cuenta? Este es el amor de eros al que me refería. Es la fascinación ante la
belleza del otro“.
Al meditar sobre el testimonio bíblico que nos
trae El Cantar de los Cantares podemos pensar que hay en Dios también un amor erótico
que nos busca, que nos desea, que se hace visible en su Divina Providencia. Él
nos tiene marcados en su corazón, y marcó a su vez el nuestro con un sello
indeleble. San Pablo dice al respecto:
„el que nos marcó con su sello y nos dió en arras el Espíritu en nuestros
corazones“ (II Corintios, 1, 22) Dios es el amante que con sus gestos de
ternura nos provoca y nos atrae, que nos busca, y que encuentra también su
placer en nosotros.
Para terminar quiero traer un pensamiento del
Papa Benedicto XVI sobre el eros de Dios para con el hombre. Lo podéis
encontrar en la Carta Encíclica „Deus caritas est“ del año 2005: „El eros de Dios para con el
hombre, como hemos dicho, es a la vez agapé.
No sólo porque se da del todo gratuitamente, sin ningún mérito anterior, sino también
porque es amor que perdona. ....... El amor apasionado de Dios por su pueblo,
por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a
Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. El cristiano ve perfilarse ya
en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Dios ama tanto al hombre que,
haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo,
reconcilia la justicia y el amor“. (10)
El Cantar de los Cantares es una obra maestra para
las almas espirituales y místicas. San Juan de la Cruz, por ejemplo, en su Cántico Espiritual, recreó los poemas
del Cantar bíblico. Sus estrofas le enseñaron que el amor humano se identifica
en verdad con el amor divino, y que ese amor no se demuestra sino que se vive y
canta en la experiencia universal de amor entre el hombre y la mujer.