viernes, 13 de julio de 2018

Nuestra Señora de la ternura, la mujer que salva a Rusia


Acaba el mundial de fútbol de Rusia. Millones de espectadores de las televisiones de todo el mundo han dirigido en estas semanas sus miradas hacia ese país y sus instalaciones deportivas en ciudades tan lejanas y desconocidas como Kaliningrado y Yekanterinburgo pasando por Moscú, San Petersburgo y otras. Algunos estamos tristes y otros eufóricos por los resultados de ‚nuestros‘ equipos de fútbol, y todos hemos tenido la ocasión de trasladarnos en espíritu a ese país tan inmenso y lleno de historias que han contribuido a dar forma al mundo en que vivimos.

Uno de mis hijos, conocedor de las iglesias orientales y enamorado de los iconos bizantinos, me ha sugerido que escriba algo sobre una de estas historias rusas desconocidas y que han tenido un papel destacado en la historia de este pueblo. Se trata de la imagen de Nuestra Señora de la ternura, llamada también Nuestra Señora de Wladimir, por el lugar en donde algunos siglos se veneró, la catedral de Wladimir en Ucrania.

Hoy, y como consecuencia de la revolución bolchevique de principios del siglo XX, el icono de Nuestra Madre de la ternura está en Moscú, en la galería de arte o museo Tretjakow. No fue siempre así: allá por el año 1125 un ruso encargó un icono de la Madre de Dios en Constantinopla (la leyenda cuenta que pertenecía a San Lucas). El icono de la „Eleousa“ (ternura en griego) pasó de unas manos a otras durante el periodo de historia ruso-ucraniana, hasta que el conde Andrej Boguljubskij la llevó desde Kiew a la nueva catedral de Wladimir. En el año 1395, durante la pretendida invasión de los mongoles en Moscú, el pueblo creyente trasladó la imagen de Nuestra Señora desde Wladimir a Moscú, implorando y consiguiendo que la Reina del cielo librara a la ciudad y al pueblo ruso de la amenaza mongol. Con el tiempo este icono, esta imagen, fue la insignia de la iglesia ortodoxa rusa. Entretanto se han multiplicado las imágenes de la „Eleousa“ en el oriente, adquiriendo también simbólicamente una importancia singular en los esfuerzos ecuménicos de los cristianos. La estrecha unión del Hijo con la madre apoya y sustenta el anhelo de unión de las iglesias cristianas.

Más que su historia me interesa el icono mismo, sus protagonistas, sus miradas, sus gestos. Dicen que los iconos son ventanas abiertas a lo divino. Si nos tomamos tiempo para meditar sobre las realidades que nos sugieren estas pinturas podremos descubrir su misterio. En su origen, los iconos no se hicieron para su venta o adorno del hogar. Un icono auténtico es la expresión de la oración y de la contemplación del autor, y nos sugiere seguir el mismo camino en su contemplación.

En la „escuela de la ternura“ que este Blog nos brinda os invito a contemplar este cuadro de la „Elousa“, de la Madre de la ternura, os invito a meditar conmigo. (¡¡Espero agradecido vuestros comentarios!!)

Oh María, madre mía, madre de la ternura. Quiero intuir en esta imagen la inmensa ternura que os une a ti y a tu Hijo. No hay distancia física entre vosotros, Él te rodea y abraza, une su mejilla a la tuya, te acaricia con su mano izquierda, tú lo sostienes y lo estrechas en tu pecho. ¡Cómo te ama este niño, madre! El es carne de tu carne, su cuerpo lo ha tomado del tuyo, su corazón de tu corazón. Sus ojos te miran, te alaban y agradecen porque le has regalado nuestra humanidad. Ya no es el gran ausente, Dios se ha encarnado en tu vientre, es el Dios con nosotros, y este Dios te abraza agradecido. Un inmenso amor os une. La ternura de vuestro amor os lleva a vivir una unidad inquebrantable y eterna, que tú quieres compartir con nosotros.

Mientras que el Niño te mira agradecido, tus ojos se fijan en mí, no se apartan de los míos. Creo intuir en tu mirada que tienes un ruego maternal para mí: que participe de vuestro amor, de ese amor que te tiene el Hijo y que hizo que tú le regalaras la vida. Madre, el desafío es grande, no es fácil vivir ese amor y menos ser consecuente con el mismo, pero tu mirada me recuerda también lo que Juan, el discípulo que te llevó a su casa, le escribió a los suyos: „En esto está el amor; no es que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo .......“ (1 Juan, 4) ¿Puedo pensar que tú le dictaste esta frase a Juan? ¿Es tuyo ese pensamiento?

Madre, ayúdame a vivir esa unidad en el amor que Cristo nos tuvo. Que ame a mis hermanos y que viva en la sensación de estar en medio de vosotros, unido con vosotros en ese abrazo íntimo de vuestro amor.


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