Tengo
que confesar que la sugerencia del arco iris tuvo su origen en aquel pasaje del
Génesis (Gn 9,12-17), del diluvio universal y la posterior alianza de amor que
hizo Dios con la humanidad entera, al poner su arco en las nubes como señal de
su alianza con toda la tierra y con toda criatura. Pensaba que el arco iris nos
hablaba de la ternura de Dios con su criatura.
Han
pasado unas semanas desde entonces y he podido seguir reflexionando sobre el
símbolo escogido para nuestra ‚escuela de ternura‘. No sé cual es vuestra
experiencia, os voy a contar la mía.
Durante
mis paseos por los campos cercanos he tenido la oportunidad de observar en
algunas ocasiones el arco iris en el horizonte. Unas veces, las menos,
cubriendo los campos y las sierras con un gran semicírculo, y las más, a pequeños
trazos entre las nubes con esos siete colores – rojo, naranja, amarillo, verde,
azul, añil y violeta – que sabemos que están ahí, pero que no podemos
determinar cuando empieza uno y termina el otro.
Es esa
mezcla de colores que sugiere en el espectador una variedad de vibraciones
interiores de gozo, de afectos, de anhelos y añoranzas, un concierto de
sensaciones y vivencias, tal y como lo hace la ternura en aquel que la regala y
en el que la recibe. Fijaros: para que el arco iris surja, se necesita algo que
acoge, y algo que se dona; sin las gotas de agua, las que reciben, y sin los
rayos del sol que se regalan no hay arco iris en el firmamento. Es como con la
ternura, hay alguien que está dispuesto a recibir, o lo necesita, y otro que es
capaz de regalar amor. Un arco que toca el cielo y también la tierra, que
aporta serenidad como un descanso después de la tempestad.
El arco
iris es como la ternura, algo inefable, misterioso, que no se puede explicar
con palabras. ¿Os habéis preguntado por qué, si es circular, no se ve en su
totalidad? ¿Por qué son siete los colores, y aparecen siempre en el mismo
orden? Surge sin avisar, su tiempo es limitado, no tiene explicación, pero hace
feliz al que lo observa. Brota de la belleza de una alianza de amor y nos
remite a la belleza del Eterno Hacedor, que con su física divina hace posible dispersar
el haz de luz solar en un espectro de múltiples colores. El amor que se hace
fecundo.
El pájaro del arco iris y mi suegra
Son los mismos siete colores que tiene el ‚pájaro del arco iris‘. Así llaman al abejaruco, ave con vistoso plumaje en el que aparecen todos los colores del arco iris. Lo cito porque este pajarito, que viene de África en el mes de abril para pasar su verano entre nosotros, tiene unos gestos de ternura con su pareja dignos de imitar: cuentan los ornitólogos que en la fase de cortejo, por ejemplo, el macho captura insectos sin cesar y se los „regala“ una y otra vez a la hembra de forma cariñosa.Juega también con pequeñas piedrecitas, lanzándolas al aire y haciendo feliz a su futura compañera.
Son los mismos siete colores que tiene el ‚pájaro del arco iris‘. Así llaman al abejaruco, ave con vistoso plumaje en el que aparecen todos los colores del arco iris. Lo cito porque este pajarito, que viene de África en el mes de abril para pasar su verano entre nosotros, tiene unos gestos de ternura con su pareja dignos de imitar: cuentan los ornitólogos que en la fase de cortejo, por ejemplo, el macho captura insectos sin cesar y se los „regala“ una y otra vez a la hembra de forma cariñosa.Juega también con pequeñas piedrecitas, lanzándolas al aire y haciendo feliz a su futura compañera.
A propósito de hacer feliz con pequeños gestos, recuerdo hoy a mi querida mamá suegra, mi inolvidable señora Mayer. Estando mi esposa y yo en la fase de ese primer enamoramiento que marca la vida para siempre, tuvo su madre el detalle de regalarnos un libro de poesías de Johann Wolfgang von Goethe, con poemas de amor que impactan al enamorado de todas las épocas. No sé si mi querida suegra deseaba también que yo, el españolito del sur, aprendiera el auténtico idioma alemán. Lo cierto es que a estas alturas de mi atardecer, considero un gesto de ternura su regalo, y más, porque puedo hoy leer y saborear agradecido el poema de Goethe que dice:
(‚Wenn zu den Regenwand Phöbus
sich gattet, .....‘ – Escrito por Goethe, ya en su ancianidad).
Cuando al muro de lluvia Febo se arrima,
al momento reluce el arco iris.
Puedo verlo en la niebla dibujado
como un círculo blanco aunque celeste.
Así pues, viejo alegre, no estés triste:
también el pelo blanco amor levanta.
¿Me lo estará recordando mi
querida suegra desde el cielo? Gracias por su gesto de ternura.
Me parece brillante y audaz recuperar el símbolo del arco iris como lo que siempre fue: un símbolo de la alianza de amor de Dios con los hombres... y mujeres ;-)
ResponderEliminarQué bueno el símbolo del arco iris para expresar la ternura de Dios con nosotros. Nos hace tanta falta la ternura en estos tiempos tan secos y difíciles.
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