Afirman los que de esto entienden que la
ternura se manifiesta y crece en y con los pequeños gestos. Recuerdo alguno de
ellos.
Octubre del año 1962. El mundo entero vive con
miedo la conocida crisis de los misiles en Cuba. Se espera en cualquier momento
el inicio de un enfrentamiento nuclear entre Rusia y Estados Unidos con su
temida repercusión en Europa y en el resto del mundo. En los días clave de la
crisis, del 15 al 28 de ese mes, unos amenazan, otros dialogan, y muchos rezan.
También los padres conciliares en Roma. Precisamente el jueves 11 de octubre se
había iniciado la primera sesión del Concilio Vaticano II convocado tiempo
atrás por el Papa Juan XXIII. Yo residía por aquel entonces en Alemania.
Al anochecer de ese día estaban reunidas más de
cien mil personas en la plaza de San Pedro del Vaticano. Había luna llena y
brillaba radiante por encima de la Basílica y la plaza. Los cantos y oraciones
de la gente llegaban hasta la habitación del Papa. Ëste se asomó a la ventana y
les dirigió unas palabras. Después se retiró, estaba cansado, ya se sabía
enfermo. Los peregrinos seguían rezando, no se dispersaban. Debido a la
insistencia de uno de los monseñores que le acompañaban, salió más tarde de
nuevo al balcón y les dirigió a todos el conocido discurso de la luna, el
discurso de la caricia del Papa.
«Queridos hijitos, queridos hijitos, escucho vuestras voces. La mía es una
sola voz, pero resume la voz del mundo entero. Aquí, de hecho, está
representado todo el mundo. Se diría que incluso la luna se ha apresurado esta
noche, observadla en lo alto, para mirar este espectáculo. Es que hoy
clausuramos una gran jornada de paz; sí, de paz: “Gloria a Dios y paz a los
hombres de buena voluntad” (cf. Lc 2,14). ……………
Continuemos queriéndonos bien, queriéndonos bien así: y, en
el encuentro, prosigamos tomando aquello que nos une, dejando aparte, si lo
hay, lo que pudiera ponernos en dificultad. ....
Regresando a casa, encontraréis a los niños; hacedles una
caricia y decidles: ésta es la caricia
del papa. Tal vez encontréis alguna lágrima que enjugar. Tened una palabra
de aliento para quien sufre. ....... En fin, recordemos todos, especialmente el
vínculo de la caridad y, cantando, o suspirando, o llorando, pero siempre
llenos de confianza en Cristo que nos ayuda y nos escucha, procedamos serenos y
confiados por nuestro camino“.
¿Escucharía mi padre el discurso del Papa?
Pocos días más tarde recibía yo una carta suya fechada en Granada el 12 de
octubre – por aquel entonces vivía yo en Alemania y reflexionaba sobre mi
futuro -. Entre otras cosas me decía:
„Quedo enterado de tus proyectos, Paco; siempre he tenido
confianza en ti y la tengo, y creo que, como dices, es necesario que te
proporciones ya tu porvenir. Tú piensa lo que mejor te convenga, decide y obra
en consecuencia, siempre, claro está, que sea algo que te agrade y te dé un
crecimiento positivo y seguro. Veo lo entusiasmado que sigues con Anneliese;
Dios quiera darte toda la felicidad que yo te deseo y pido al Señor. Espero que
no vuelvas a tardar tanto en escribir, y mientras llega tu carta recibe todo el cariño de tu padre que te
quiere y te abraza, Paco.“
Cincuenta años después, en octubre de 2012, el
Papa Benedicto XVI, en una audiencia pública dijo que deseaba recordar las
palabras de Juan XXIII y proponía a las personas presentes que, al volver a
casa, dieran un abrazo a sus seres queridos como si fuera la caricia del Papa.
Yo recuerdo ahora el amor y el abrazo de mi
padre; cuando vea la próxima vez a uno de mis hijos, lo abrazaré, y le diré que
es la caricia de su abuelo. ...... Esta vez, cincuenta y seis años después.